lunes, 6 de febrero de 2017

Aventuras desventurosas: El carro de Pariets

Pariets del Valles.

Heme aquí, nuevamente enfrascado en una batalla que no es mía, ni la he buscado y además esta vez no defiendo, ni rey, ni corona, ni honor, ni gloria y además sin derecho a botín, ni opción a conquistar bien sean bienes materiales bien sean bienes afectuosos.

Preparado
Aquí me tenéis preparado para defender los intereses de la villa por culpa de un carro, unas ruedas y cierto comerciante de bebidas espirituosas, también conocido en estas crónicas como "el hechicero".

Que lejos queda ahora el día que pude lanzarle una manzana a la cabeza y tal vez haber causado que se cayera por el barranco de Susin, que lejos quedan los días de reposo tras el solsticio de invierno. Te preguntarás amable lector como he podido acabar así . . .

Hace unas semanas se puso en contacto conmigo "el hechicero" para pedirme el favor de acompañarlo de forma armada, a un precio que ahora mismo me resulta demasiado barato, a un viaje hacia el condado de Barcelona en la que tenía que hacer unas entregas por la zona y de paso cerrar nuevos acuerdos de compraventa para su negocio de licores espirituosos.
El Hechicero

Desde un primer momento algo no iba bien, el carromato en el que viajábamos tenia mas años que las dos tercas mulas que la guiaban, las ruedas traqueteaban de tal forma que parecía que se iba a romper el carro en ocho partes y eso sin mencionar el ruido, digno de un campo de batalla con cientos de cuerpos agonizantes clamando por ser salvados o llamando a sus madres momentos antes de fenecer por las heridas. Le pregunté si había engrasado correctamente las ruedas y sobre todo la "juntalatrocola". La respuesta era o la callada por respuesta o como mucho la frase de: Sabrás tú, a ti te pago por la seguridad no para que me digas que le ponga grasa a los ejes de las ruedas, así que duerme y calla.
Finalmente, tenia que pasar lo que tenia que pasar. ¡Crack!. Descargando en el almacén del vinatero de la villa de Pariets con casi media carga en aun en el carromato se rompió la rueda y "nosecuantoscientos" de botellas rotas de hipocras, hidromiel y cerveza cayeron al suelo con un estrépito del demonio.
La rueda, la rueda...

Y empezaron las eternas discusiones y reproches: que yo no te pago mercancía rota, que si se ha roto porque tienes el almacén en malas condiciones, que si eres muy caro, que siempre me escamoteas el pago, que si tu dinero no vale en esta ciudad . . . y así podríamos estar durante horas. A la hora de la cena mientras aun estaba candente la discusión, entraron a la taberna donde nos íbamos a hospedar las gentes de bien de la villa para buscar ayuda para contener a una banda de ex soldados que volvían de sus guerras y estaban en las puertas de la villa intentando entrar para poder hacer pillaje y hacían falta refuerzos porque los escasos guardias de la villa no eran suficiente. Entre los que entraron estaba el almacenero y maldita sea mi suerte, yo fui la moneda de cambio del acuerdo que llegaron:
"Dejarle reparar el carro a coste cero de materiales en la herrería de confianza del almacenero de la villa, así como asumir el pago de toda la mercancía rota por el "accidente", a cambio de ceder mi espada a la defensa de la villa del ataque que estaban sufriendo sin reclamar compensación alguna en caso que yo fuera herido o muerto en batalla."
La Juntalatrocola
Así que aquí me tenéis en primera linea del combate a punto entrar en una lucha en la que arriesgo mi vida por una deuda que no es mía.